Este misterioso lugar se halla hacia el noreste de Campeche, y muchos lo llaman Iturbide, nuevo nombre con el que fue rebautizado cuando asumió el primer emperador del México independiente, alrededor del 1800. Sin embargo, la gran mayoría, y los mismos lugareños, siguen llamando a este lugar con su nombre ancestral: Dzibilnocac.
La toponimia del lugar remite a la lengua maya y tiene dos acepciones: “Casa abovedada pintada” (por Dzibil: pintado o escrito, y Nocac: lugar abovedado) o “Gran tortuga pintada” (por dzibil- noh- ac: gran tortuga con escritura). Por otra parte, los nuevos pobladores cuentan que los antiguos mayas edificaron el sitio sobre unas gigantescas tortugas de piedra sobre las que escribieron la historia del lugar. Sin embargo no puede establecerse esta historia como cierta, puesto que las construcciones se encuentran semienterradas y nadie sabe de la existencia real de esas tortugas. A pesar de ello, aparecen nombradas en la toponimia aludida.
En cuanto a su historia real, estudios realizados a través de cerámicas y de la arquitectura antigua del lugar, dan cuenta que la presencia humana se remonta al período Preclásico medio, alrededor de los 500 y 50 a.C.
A la hora de recorrer el inmenso espacio de Dzibilnocac, nos encontramos con una sucesión de construcciones con forma de pirámides, plataformas, bóvedas y aposentos que antiguamente se hallaban organizados en la superficie, cada uno con una simbología específica del pueblo maya. Sin embargo, tras el abandono de esta ciudad (alrededor del 1000 d.c), la selva aprovechó para recuperar su espacio perdido y devoró gran parte de las estructuras de piedra. Varios siglos pasaron hasta que fue descubierta nuevamente. Los nuevos pobladores modificaron algunas de esas construcciones y erigieron otras.
Sin embargo todavía puede vislumbrarse algo de aquel monumental sitio sagrado precolombino.
El lugar tiene una superficie de 1.32 km cuadrados, aproximadamente, y se puede establecer que en el centro se realizaron innumerables ceremonias, y que alrededor se edificaron muchas estructuras que sirvieron como habitaciones, por las chozas que todavía pueden percibirse alrededor.
La única estructura turística que puede explorarse casi en su totalidad es una construcción que ha sido restaurada, la que se conoce como Estructura A1. Dicha edificación data de los años 600 y 800 d.C, aunque investigaciones recientes destacan que tuvo su apogeo en el 400 a.C; y se la conoce también como Templo- Palacio. Está ubicada sobre una amplia plataforma que anteriormente tenía tres torres, pero dos de ellas se encuentran todavía bajo tierra.
La única torre que puede admirarse responde a una arquitectura propia de los Chenes (amplias decoraciones alusivas a los dioses mayas). En la cima de la torre se halla un templo simulado al cual se accedía por escaleras falsas. Todos estos detalles de la estructura están decorados por mascarones de dioses, en especial del dios Chaac, dios de la Lluvia.
Esta estructura tiene alrededor de 80 mts de largo por 30 mts se ancho, y una altura aproximada de 13 mts. En ese primer piso que se puede observar se construyeron diez habitaciones, y sobre cada torre, dos aposentos; sin embargo, muchos datos acerca de las construcciones y funciones de las mismas quedan en meras suposiciones. A pesar de que la extensión de Dzibilnocac es realmente amplia, sólo la estructura A1 ha sido parcialmente recuperada. El resto todavía forma parte del misterio y del conocimiento privado de quienes han creado estos magníficos y extraordinarios edificios de rocas.
Intentar descubrir y conocer la arquitectura maya es un desafío que vale la pena sentir y disfrutar.
La naturaleza exótica y rica de la zona de Campeche brinda otro espectáculo digno de ser admirado. Llenarse de la flora y la fauna del lugar caminando por los senderos que abre la selva, realmente es un viaje de ida.
De esta manera, recorrer la región de Dzibilnocac se vuelve un viaje único y extraordinario, no sólo en sentido físico sino también interior, puesto que nos invita a pensar en los enigmas que esconden estas ciudades sagradas. Tal como ocurren con otras zonas de importancia arqueológica como Hopelchén, Tabasqueño y Edzná , sitios de gran interés turístico y de asistencia obligada si nos encontramos en Dzibilnocac dada la cercanía que los une.
Tal como sucede en estas regiones de climas tropicales, conviene adentrarse a explorar la zona con vestimenta cómoda, fresca; mucha agua y repelentes.
Vamos a descubrir un mundo nuevo entre las rocas y la selva, a sentirnos arqueólogos e investigadores por un día, tocando con nuestras propias manos las edificaciones que siglos atrás erigieron otras, con esfuerzo y sabiduría. En contacto directo con el pueblo maya nos internaremos por unas horas en este espacio sagrado, lleno de magia y de preguntas. Ya que la naturaleza del lugar es muy rica y diversa, pero extrañamente no se divisan tortugas por ningún sitio.
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